Todavía no era capaz de someter a aquellos
inocentes a las agresivas prácticas que sus compañeros, acostumbrados ya,
llevaban a cabo sin el menor escrúpulo. Pero no le costaría mucho trabajo, era
solo cuestión de tiempo. En el momento en que probara el elixir resultante de
todo aquello, no tendría tantos inconvenientes.
Cuando su jefe apareció a última hora en la
oficina para comprobar si había cumplido con los objetivos marcados, solo le
pudo presentar las operaciones realizadas a dos jubilados cuya pensión no
alcazaba para cubrir gastos, y una viuda que llevaba tiempo en el paro. No
estaba mal para el primer día y, sin
embargo, el tono con el que su superior se dirigió a él demostraba que era
insuficiente. Él era el nuevo en la sucursal bancaria y la presión solo acababa
de empezar.
Al poco tiempo no tuvo ningún inconveniente en
dejar a una familia, y a otra, y así sucesivamente… Sin vivienda. Él solo cumplía
con su trabajo. Pasó el tiempo y todo se complicó un poco, la gente ya no era
tan confiada y parecía que hasta su puesto estaba en peligro. Fue una mañana al
llegar a la oficina cuando sucedió. Su carta de despido
estaba sobre su mesa. El banco a pesar de todos los intentos y demás inyecciones, no
lograba remontar. Después de quince años de lucha en aquella sucursal sin el menor
reparo lo despedían. Bueno, se dijo, al menos cuento con varias casas que supe comprar a tiempo.
Viñeta: J. Macipe
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