Claudia pensó una vez más que no pertenecía
a ese sitio. Hacía tiempo que no le apetecía hacer nada. En el instituto cada
vez iba peor y para colmo, había visto a Richard enrollándose con una
desconocida. Podía ser dolor lo que sentía pero ella sabía que era algo más,
insatisfacción. Escuchar rap era lo único que le consolaba en aquellos
momentos. Los poetas del siglo XXI la trasladaban a ese mundo soñado que
ansiaba con sus canciones protesta repletas de carga emocional. Se bebió un
café con leche y salió disparada al instituto. Nada había cambiado, todo era
exactamente igual que siempre. Aquella apacible vida la estaba matando, quería
emociones y allí no las encontraría.
Aquél día al igual que en los últimos
meses no se pudo concentrar en nada, a cada momento su mente la trasladaba un
único mensaje: “este no es tu sitio”, “tú no perteneces a este lugar”, “debes
buscar tu lugar”. Era horrible, si continuaba así iba a volverse loca. Debía
hacer algo y rápido, todo le asqueaba, el lugar, la gente, sus amigas ya no
parecían tan buenas y los chicos, eran tan decepcionantes… Al terminar las
clases caminó despacio hacia su casa, no tenía intención de llegar temprano,
allí tampoco estaba muy a gusto, últimamente la relación con su padre no era
para tirar cohetes. ¡Quizá pudiera hacer algo diferente! Siempre había sido
buena estudiante pero ahora… La desidia era total. ¡Para qué tanto esfuerzo! Se
preguntaba a menudo.
Cuando llegó a casa supo de inmediato
que no era el momento adecuado para plantear ningún tema. Sus padres discutían,
¡era el colmo! Su padre se marchó dando un portazo a la puerta y Claudia no
pudo más, cogió sus pocos ahorros y salió de casa dispuesta a no volver. En su
deambular por la ciudad se encontró con un pintor y se paró embelesada a mirar
los retratos que se hallaban expuestos. Ni por un momento hubiera pensado hacerse
uno, pero de repente, ante la mirada
profunda de aquel artista no supo
moverse y, olvidándose de que el dinero que llevaba eran sus pocos ahorros para
comenzar una nueva vida, se sentó dispuesta a ser retratada. El pintor no
paraba de hablar. Hablaba de sus amigos, de lo enriquecedora que era la
amistad, de la suerte de tener en quien confiar, del verdadero sentido de la
vida, de la lucha por vivir haciendo lo que te gusta. Y aunque Claudia en un
primer momento receló, aquello le hizo pensar. Cuando estuvo terminado su
retrato Claudia lo miró y no se vio en él, era completamente diferente la
imagen que aparecía y sin embargo, estaban los ojos, sus mismos ojos dentro de
una cara triste. ¡Esta no soy yo! Increpó al pintor con soberbia. Sí lo eres,
le dijo el desconocido, pero todavía no lo sabes, estás en el camino de serlo,
aunque, si quieres lo puedes cambiar. Tú decides. Y se marchó recogiendo su trabajo
y dando la espalda a una Claudia dubitativa que con el cuadro entre sus manos y
en contra de lo que pensaba hacer, se dio media vuelta y volvió a su casa. Algo
dentro de ella había cambiado.
Durante un tiempo se dedicó con ahínco a buscar, no sabía exactamente el qué. Cuál será mi camino. Se preguntaba a
menudo. Estaba tan perdida… A pesar de todo era tenaz y no se rendía. Pensó que
debía salir de su entorno, conocer lugares, personas, viajar era la solución
para buscar lo que ansiaba pero… No disponía de medios para ello. Entonces fue cuando comenzó a probar con todo
lo que aparecía en su camino. Sin embargo, fue inútil, no consiguió encontrar lo
que buscaba, hasta que concluyó con que nunca encontraría sentido a su vida.
Cansada de buscar, se sentó intentando reflexionar y… Ocurrió algo que nunca antes le había sucedido,
escuchó su propio silencio, y se sintió tan
bien que decidió escucharse todos los días. Aprendió a conocerse y su vida
resultó mucho más atractiva. Dedicarse unos minutos al día a sí misma le proporcionó
unas riquezas que antes ni tan siquiera sospechaba que pudieran existir. Supo
ver la belleza que se escondía en tantas cosas, en tantas personas… Aparecieron
tesoros en los que nunca había reparado, el mundo parecía otro, todo era
diferente. Creyó reconocer ahora la verdadera amistad y el verdadero sentido de
todas las cosas. Todo estaba allí, dentro de ella, siempre había estado. En ese
momento, por fin, se sintió capaz de ser lo que quisiera ser e instantáneamente
supo ver lo que quería. Era tanto lo que podía dar y recibir a cambio Y era tan
gratificante para ella, como la sensación de que por primera vez en su vida
algo realmente importante estaba sucediendo.
Cogió lápiz y papel y las historias comenzaron a surgir. Su vida por fin
tenía sentido. En ese momento se acordó del cuadro, lo miró y descubrió que no
era el mismo, ahora podía ver un rostro que brillaba de felicidad, era el mismo
brillo que se reflejaba en su mirada.
Muy bueno tu relato.
ResponderEliminarGracias, lo hice pensando en una buena causa
ResponderEliminarMe gusta mucho Yolanda y la causa lo merece.
ResponderEliminar"Esa eres tú, pero todavía no lo sabes..." "escuchó su silencio..." dos expresiones plenas.
Ojalá encontrásemos , de vez en cuando, alguien que nos indicara que el camino que trazamos no es el correcto.
Un abrazo grande, Yolanda.
Me alegro mucho de que te guste este relato, especialmente porque considero que escribir para jóvenes es una tarea de gran responsabilidad y tenía mis dudas.
ResponderEliminarParticipar en este proyecto me llena de satisfacción y lo cierto es que lo he escrito con el corazón.
Gracias, Carmen.