El menú resultaba suculento. Nos miramos con cierta
complicidad y el deseo se reflejó en nuestros ojos. Sentíamos ansias de
acercarnos, pero todo era incierto. Quizá eso era lo que más especial lo hacía.
Unos centímetros más y un olor envolvente. Aquello era una locura. Nunca habíamos sentido
algo tan intenso ni estábamos preparados para ello. Embriagados de un licor
poderoso nos aproximamos hasta los límites de lo prohibido. Sentí primero el roce
de tus manos en mi cuello y más tarde en mi espalda. Tu aliento me recorrió aniquilando
mis facultades. Podía tocar el precipicio con mis manos y abandonado el control
de mi cuerpo sabía que me precipitaba al vacío. Nuestras bocas anhelantes se
acercaron muy despacio sintiendo a cada momento un latido en los labios que segregaban
la dulce caricia deseada. Sentí un poderoso impulso de no moverme de allí, pero una inesperada
palmada me trajo de lleno a la realidad.
— ¡Casandra! ¿Nos puede comentar el tema de la clase?
Todo el calor de mi cuerpo se concentró de lleno en mi cara y negué con la cabeza. Dos pupitres por delante
del mío tú me mirabas sin idea alguna de lo que estaba a punto de sucedernos…
Me gusta el ámbito cotidiano y la atmósfera reducida al leerlo: enhorabuena.
ResponderEliminarMe alegro mucho de que te guste, Orfeo. ¿Gracias por visitar mi blog y comentar?
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